La cita de Piscitelli a Cass Sustein en su libro nos lleva a un viejo artículo de educ.ar (Comunidades virtuales + información espontánea no esperada). En él, se señala que las nuevas tecnologías facilitan espacios de comunidades con intereses comunes. Esto es bueno y malo a la vez, ya que facilita la segregación y fragmentación social. Aunque se deben propiciar espacios donde convivan grupos diferentes, sociedades cosmopolitas actuando como un foro público en el que interactúen todas las opiniones, con acceso libre a todas ellas.
Como siempre, el problema no es la tecnología, sino su apropiación por los colectivos implicados. En este sentido, los nuevos formatos: webquest, wikis, y los que estén por venir, no valen demasiado si los docentes no se apropian de la red para utilizarla pedagógicamente. Piscitelli señala, por ejemplo, que “el servicio de RSS (lectoras que permiten recuperar mediante filtros información categorizada) que complementa esa tecnología permitiría imaginar nuevos formatos institucionales inexistentes hoy”. Pero las instituciones hoy siquiera poseen webs como herramienta básica de comunicación institucional.
La Wikipedia es un modelo de intercreatividad. Y funciona sin problemas, con una enorme cohesión productiva. “No hay lugar para vandalismos, ya que la entropía lleva a un sitio (real o virtual) a su disolución” (p.88). Las webquest apuntan hacia eso. En fin, los productos intercreativos seducen a investigadores y narradores porque quizá allí esté el futuro definitivo de Internet, una vez que la alfabetización digital haya dado un salto definitivo.
Atrás de nuevas propuestas pedagógicas
Por último, me detengo en sus conclusiones tamizadas por su doble rol de profesor y de gestor de una plataforma educativa en línea. Vale decir que se hace imprescindible dedicar tiempo y textos para debatir como se insertan las nuevas tecnologías en el proceso de aprendizaje de la educación formal. Aunque en Generación Nasdaq y en Ciberculturas 2.0, sus anteriores trabajos, Piscitelli había atendido otras necesidades intelectuales, en su nuevo trabajo lo recuperamos para darnos su visión de la tecnología al servicio de la educación. Así, se entrecruzan, como ya se dijo, los webquest, las prácticas de e-learning, los weblogs al servicio del proceso de aprendizaje, la web semántica, la sindicación y otros conceptos que él analiza especialmente desde el lado educativo.
La noción más sustancial proviene de los orígenes de internet: y de la productividad de las redes: “lo que sabemos, lo sabemos juntos” (p.173), rescatado del Manifiesto abierto sobre investigación y aprendizaje, de Hans Jensen. En ese sentido critica el concepto del héroe solitario, el genio único (que ya cuestionaba Germán Oesterheld en El Eternauta) con una cita imperdible: “Todo este libro está teñido de un fuerte escepticismo acerca del rol de los expertos y de la visión de los genios o inventores individuales. Creemos en la necesidad de repensar todos los fenómenos de innovación a la luz de la inteligencia colectiva y el conocimiento distribuido.” (p.172)
En su visión pedagógica de las redes el autor señala los cambios profundos que el sistema debe abordar en la era de la información. Destaco dos ideas.
“La transmisión de saberes sin actividad de taller o sin ejercicios con transferencia de habilidades suelen desalentar antes que atrapar. Del mismo modo, ratifican que las experiencias prácticas sin marcos conceptuales sutiles y complejos solo convierten a mentes ávidas por dar el salto a la hípercomplejidad en técnicos avezados o en obsesivos.” (p.173)
“También el lenguaje académico y administrativo está sufriendo enormes cambios. La formalidad y la rigidez que caracterizó a gran parte de la comunicación científica y empresarial durante siglos se está desvaneciendo en el ciberespacio” (p.177)
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